Por un momento, los gritos provenientes de la sala de abajo parecía que habían cesado, pero nuevamente se equivocó cuando volvió a oír las voces furiosas de sus padres enzarzándose en una de sus famosas pelas. Ella pensaba, y se preguntaba si en algún momento se plantearían que ella estaba allí. No entendía a los adultos, o mejor dicho, a sus padres, y sabía perfectamente que nunca lo haría.
Era la fiesta de celebración de la ascensión de su padre, los invitados llegarían dentro de media hora y todos tendríamos que ponernos nuestras máscaras de familia feliz. ¡Cuánta hipocresía!
Así fue, ya habían llegado todos, incluida su hermana con su marido, la hija perfecta, la que era buena estudiante y tenía un buen marido. Lo que nucna llegaría a ser ni a conseguir ella, según decía su madre; si seguía con aquellos aires de rebelde.
Entre comentarios del tipo: <<¡Oh!¡Cuánto ha crecido!>>,<
Al notar aquel líquido quemándole ligeramente la garganta sintió que le tranquilizaba y que quizás sí que había alguien capaz de entenderle: el Señor Alcohol.